jueves, 1 de abril de 2010

MI SEMANA SANTA



El 26 de marzo se alzaba como el día del necesitado descanso laboral. Con el viernes Dolores el curso escolar quedaba en stand by. El profesorado descansaba de sus alumnos y estos de nosotros. Por otro lado comenzaba de manera incipiente la Semana Santa (si que es cierto que para muchos la Semana Grande, amigo tecno-viso). Misas, besamanos, triduos, funciones...todos estos días marcados en el calendario cofrade, no hacían más que vaticinar una semana grande, con 7 días, como las 51 restantes del año, pero grande para un importante número de visueños/as. Una semana de sentidos: de degustar los pestiños y torrijas de tu madre, de escuchar tambores, trompetas, la voz rota del saeter@, de oler a incienso, a jazmín, a primavera, de ver estampas tan entrañables como el nazareno dándole cera a un chico que se acerca para terminar el domingo de resurrección con la bola de cera más grande de su clase, ver, y digo bien, ver emociones, ya sea en la Virgen dolorosa, en el azul del Domingo del Ramos o en la luz de aquellas que discretamente alumbran a su Cristo o Virgen; y como no de tocar, de tocar el cielo con la arenga del capataz. Pero a lo que iba...
Mi Semana Santa de 2010 empezaba semanas atrás, y ya se dibujaba con otros colores a como había sido en otros años.
El chorro de voz de un buen amigo sería la encargada de conducirnos a un mar de sensaciones el 21 de marzo, día del pregón. Consiguió algo grandioso y mágico: despojar a la Semana Santa de todo lo supérfluo, lo secundario, lo ornamental. Para los "no-cofrades" que asistimos a ver a nuestro amigo,en uno de sus días más importantes, las palabras, llenas de sinceridad, fuerza y ternura fueron más que suficientes para sentir y entender la fe, la penitencia o la cuaresma.
Sola en mi habitación, preparaba el vestido para ese 21 de marzo. A pesar de que seguía intacto, no era la misma habitación de la SS de 2009. Mi hermana cambió su estado civil y cambió de habitación, lógicamente. Ya mi casa, no era la suya, sino la de su madre. Ya no se escuchaba el corrincheo de hermanas en el baño o en el dormitorio. En el balcón de la calle corredera, se divisaban los nuevos "inquilinos" del piso...En fin, ¡¡bendito paso del tiempo!!